miércoles, 16 de marzo de 2011

El Club de los Onironautas (II)


–Tú sueño, Pablo, suele ser un reflejo de la soledad, te lo comento por si te interesa la información.
–Muchas gracias, pero eso ya lo sabía ¿Puedes empezar por favor a narrarnos tu sueño, creo que no soy el único que está impaciente, verdad? –Dijo mirándola profundamente a sus ojos verdosos y con una sutil pero inconfundible mota dorada y nadie dijo nada, solo se oía la respiración del pequeño grupo, un pequeño susurro.
–Vale, como queráis. Llevo mucho tiempo viniendo a estas reuniones y es la primera vez que hablo de un sueño como el que voy a hablaros –mirando aún a los ojos o a las entradas que surcaban la cabeza de Pablo, no lo tenía del todo claro. «Cuando descubras la verdad, lo que pienso sobre ti, no querrás conocerme tan a fondo» pensó pues en una de la primeras reuniones, él intento llevársela a la cama con halagos a su belleza. Pero se lo dejo claro, ella no buscaba nada con personas con la edad de su padre. A partir de ahí todo fue relativamente mejor por lo que lo dejaron pasar.

–Mi sueño o pesadilla, según se mire, empieza en una carretera, voy conduciendo mi coche, y veo a través de la luna del coche como se iluminan los arbustos y una pequeña parte de la carretera. Todo pasa deprisa, pero eso no es lo más inquietante. Cuando llego a un punto me quedo mirando las estrellas que surcan el cielo que son todas iguales menos una que parpadea de forma extraña. Al mirarla mejor se ve como cambia de color de forma rápida, como flashes e incluso se ve que se ilumina partes diferentes dándole otras formas. Poco después descubro que he aparcado en el arcén y voy andando por la zona boscosa lentamente hasta llegar a un olivo con un tronco que casi roza el suelo, me siento y miro fijamente a la estrella. Y de repente una enorme luz, fría lo inunda todo y rápidamente veo como una enorme masa metálica como un barco volador repleto de luces de colores. Miro al foco de la luz. Después todo es luz blanca y eso es lo último que recuerdo –Aura no pensaba contar más aunque el sueño fuera poco más largo, esa información sobraba pues acababa en una cama de un material raro desnuda mientras unos brazos metálicos la agujereaban, la extraían sangre y muchas cosas más–. Ya he terminado, voy a por un vaso de agua.

Al cruzarse con el mueble escondió un poco mejor la pequeña grabadora, entre un jarrón y un recoveco del mueble caoba, pues la había parecido ver el parpadear del led rojo. De esas grabaciones obtenía los audios y los guardaba en su portátil. En el tenia todos los audios de cada una de esas citas. La información le servía para escribir una tesis y una novela que entregaría a alguna editorial que estuviera interesada. Nadie sabía nada de esa práctica.
Cogió un vaso, dejó correr el grifo unos segundos hasta que el agua empezó a salir fría y puso el vaso bajo el chorro de agua. Ese trago de agua la revitalizó pues mantener su tapadera era difícil frente a tantas personas y tanto tiempo. Dejó el vaso en el fregadero y se dirigió al angosto pasillo que iba hacia el salón.
«Nadie sabrá jamás quién fue, nadie de las seis personas, además de ella, que habían ofrecido sus sueños sabrían para qué la servían. Algún día se publicará un gran tomo que habré de sus sueños, de los análisis que he hecho de cada uno de ellos y de las averiguaciones e hipótesis que obtenido gracias a sus palabras» pensó mientras cruzaba otra vez por el jarrón rojo, de tipo oriental (Pablo era un fanático de lo oriental) donde escondía la grabadora.
–Ya me he saciado, siento haber cortado nuestra conversación onírica, el siguiente será la persona que se sienta a… –la gustaba alargar este momento porque veía las dos caras mirándola con miedo y nervios, pues en la conversaciones tenían como costumbre que el último que hablará elegía a su siguiente participante, por sus cabezas seguro que pasaba la frase «que no me elija a mí, que no me elija a mí,… », repitiéndose constantemente. Como un disco rayado–. Serás tú, Alex, el más joven del grupo y que menos tiempo lleva entre nosotros. Tengo mucha curiosidad por oír que pasa por tu mundo onírico.

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