lunes, 5 de septiembre de 2011

Verde Shanghai de Cristina Rivera Garza

Marina, una mujer decidida, dedicada a la vida doméstica y esposa de un médico prominente, sufre un accidente de tráfico, tras el suceso descubre a una nueva personalidad llamada Xian, su alter ego más libre de la que duda. Para resolver sus preguntas investigara, entrevistará a personas que la puedan llevar a comprender quien era ese misterioso personaje chino y descubrirá historias de las que nunca creyó imaginar.


Poco a poco va anotando en su laptop situaciones que transcurren en diferentes épocas o tiempos simultáneos; fragmentos de noticias; pasajes de orfandad y maltrato; pasajes históricos. La protagonista se convierte en una detective en busca de sus propios ángeles y demonios, y encontrará las pistas que revelaran la verdad sobre Xian. Marina es una vagabunda más de la Gran Ciudad, a la que describe sus rincones más ocultos y espacios públicos, incluido Verde Shanghai, un café de chinos que parece ser el limbo entre la verdad, el paraíso y la mentira, el infierno.

La autora consigue atraparnos en el misterio de Marina y Xian, en un laberinto inmenso del que es casi imposible de salir sin encajar las piezas que capitulo tras capitulo Rivera Garza nos va poniendo en el camino de la historia de esta mujer tan especial y a la vez tan complicada. Los personajes nos perturbaran al mismo tiempo que nos llevan por la Gran Ciudad, nos pierden en sus oscuros bares, nos agasajan en sus placenteros hoteles; todo ello descrito hasta el último detalle.

Recomendado para los adictos al género de misterio e intriga, también para aquellos que deseen encontrar una autora que nos cuenta la historia precisa y exacta mientras la historia sigue su curso y por último para aquellos que quieran leer otra manera muy distinta de escribir añadiendo citas textuales mientras la narración sigue su línea, además, en la novela se añaden los cuentos de La guerra no importa escritos en 1985 y 1987, la escritora ha decidido escribir otra versión de los mismos pero tratando de conservar su estilo original.

Extractos:

Los dos soltaron la carcajada al mismo tiempo. Volvieron a brindar. El canto de las ballenas y la resolana de la tarde desordenaron la identidad de la habitación. De repente, no se trataba ya del departamento de una pareja joven en una zona céntrica de la Gran Ciudad, sino de una caja de sorpresas perdida entre fragmentos desiguales de tiempo: un navío deslizándose sobre las aguas de un océano remoto unos cuantos años antes del nacimiento de Cristo. Dentro de él, sobre largas maderas carcomidas, en habitaciones llenas de baratijas cubiertas de moho, un hombre y una mujer se movían con el sigilo de los fantasmas, con el miedo de los niños solos. Algo se podría romper de un momento a otro. Esto que miras frente a ti es la piedad. Bastaba un viento contrario, o la inflexión incorrecta en la voz, para que la nave virara en sentido contrario, hacia la oscuridad sin nombre y sin señas. Tal vez por miedo a esa posibilidad, Rodrigo cedió primero, contando elementos generales de su vida mientras consumían el segundo vaso de licor.

Hacia finales del siglo XIX apareció una enfermedad mental que, aunque fundamentalmente atacaba a los hombres, algunas veces también afligía a algunas mujeres. Se  trataba de algo llamado determinismo ambulatorio, también conocido como fuga o locura viajera los atacados por este mal eran «viajeros compulsivos, artesanos o trabajadores honestos que, al escuchar el nombre de algún lugar lejano, partían inmediatamente hacia él ya fuera a pie o en un carruaje de cuarta, sin saber por qué lo hacían. De acuerdo con aquellos que llegaban a verlos en el camino, estos enfermos se comportaban de una manera normal, pero en realidad no sabían lo que estaban haciendo o, en algunos casos extremos, ni siquiera atinaban a determinar quiénes eran ellos mismos». Interesantes palabras, fundamentales acaso. Siempre hay algo de sabiduría en los diagnósticos viejos.

Marina se incorporó sin pensarlo dos veces y la siguió. No esperaba que detrás de la puerta se abriera un laberinto de pasillos estrechos, a medias iluminados por lámparas incandescentes y velas. Atravesamos la cocina y, después, tomaron uno de los pasillos cuya mullida alfombra de tonos rojizos ahogaba el ruido de sus pasos. Olía a humedad, a rancio abandono y, por eso, Marina sintió miedo. Por un momento estuvo dispuesta a regresar, a olvidarlo todo, pero para entonces ya era demasiado tarde. La joven estaba tocando una puerta de madera con los nudillos flexionados.

Editorial: Tusquets
Autor: Cristina Rivera Garza
Páginas: 319
Precio:

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Pinterest

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...