domingo, 10 de junio de 2012

Fragmentos Nº41: Las horas oscuras


Juan Francisco Ferrándiz
Las horas oscuras

Dio otro paso atrás y, en el intento de conjurar aquella presencia que sin duda no era Brian, se persignó, pero el monje siniestro reaccionó avanzando con rapidez hacia él. Roger retrocedió sin darle la espalda.
—¿Quién sois? —preguntó con valentía.
—Odio —fue la respuesta susurrada cuando ya esta ante Roger—. El segundo ángel anuncia el fin. ¡Nunca averiguaréis la verdad!
Roger aplacó el pánico y se preparó para defenderse. A pesar de su corpulencia, entrenaba asiduamente junto al resto de los frates y era diestro en el combate cuerpo a cuerpo. Pero cuando levantó el candil reconoció las facciones ocultas bajo la capucha y se quedó desconcertado.
—¡No lo entiendo!¿Qué estáis haciendo?
El filo de una daga trazó un arco en el aire y destelló con la luz de la llama. El monje francés soltó la lámpara y se llevó las manos a la garganta, por la que manaba un torrente de sangre que le empapaba ya el hábito. La llama, al contacto con la humedad del enlosado, menguó hasta extinguirse y las tinieblas regresaron a la biblioteca.
El agresor se descubrió la cabeza. Al afable hermano Roger de Troyes se le escaba la vida, se retorcía en el suelo y lo observaba con ojos muy abiertos, acusadores.

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