domingo, 24 de junio de 2012

Fragmentos Nº47: Las flores de Baudelaire


Gonzalo Garrido
Las flores de Baudelaire

Azaña era una persona poco agraciada físicamente. Su oronda cabeza, las gruesas pecas de su cara, el escaso pelo y sus gafas de miope no favorecían la apostura, pero poseía una belleza espiritual de fácil admiración. Esto se notaba en cuanto abría la boca, pues su precisión y sus brillantes razonamientos atrapaban el corazón del auditorio:
—En España, desde los tiempos del emperador Carlos V, nos hemos dejado llevar por una tendencia natural a apoyar el sistema germánico y a despreciar el anglosajón. Esta debilidad, hasta cierto punto lógica y basada en nuestra historia más reciente, no tiene en cuenta otros elementos de vital importancia para la salud de las naciones: el espíritu democrático. Inglaterra ha basado su desarrollo en una monarquía parlamentaria, en una constitución y en unos partidos. Alemania ha cimentado su poder en la disciplina y en el orden, en la lealtad al káiser, en la grandeza de la raza —afirmaba con la fuerza de sus pulmones.

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