domingo, 28 de octubre de 2012

Fragmentos Nº83: Baila, baila, baila



Haruki Murakami
Baila, baila, baila


—No la conozco —dije—. Pero está muerta ¿no?
—Muerta —repitió el Literato—. Muerta y bien muerta, como usted ha podido comprobar. Nosotros la vimos en la escena del crimen. Estaba desnuda y muerta. Había sido guapa, se veía a simple vista. Pero una vez muerta, sólo es un cadáver, ¿sabe? Si la dejas deteriorarse, se pudre. La piel se cuartea, se desprende y aflora la carne putrefacta. Hiede. Se infesta de bichos. ¿Lo ha visto alguna vez?
Le dije que no.
—Nosotros sí, muchas veces. Y le aseguro que, llegados a tal extremo, ni siquiera se sabe si era o no una mujer. Sólo es carne muerta. Un bistec podrido. Cuando lo hueles, se te quitan las ganas de comer durante unos días. Por muy profesional que uno sea, ese hedor es insoportable, nunca te acostumbras. Pero si transcurre más tiempo, ya sólo quedan los huesos, impolutos, que no desprenden olor. El cadáver está seco. Un esqueleto mondo y lirondo. Esta chica todavía no ha llegado a ese estado, ni se ha podrido ni es sólo huesos. Sólo está muerta y se ha puesto rígida como una piedra. También se ve que era muy guapa. ¡Quién pudiera tirarse a una mujer así, pero viva! Pero al verla desnuda uno no siente nada. Porque está muerta. Los cadáveres no tienen nada que ver con nosotros. Un cadáver, ¿sabe?, es como una escultura de piedra. Existe una línea divisoria y, al traspasarla, todo se convierte en nada. Cero absoluto. Luego sólo hay que esperar a que lo incineren. Pero sí que era guapa, sí. ¡Pobrecilla! Si hubiera seguido viva, habría sido hermosa durante mucho tiempo. Pero alguien la asesinó. Y eso es inadmisible. Tenía derecho a vivir. Apenas pasaba de los veinte. Alguien la estranguló con unas medias. Y se tarda en morir así, es muy doloroso. Sabes que te estás muriendo. Piensas: «¿Por qué tengo que morir ahora? ¡Quiero seguir viviendo!». Te falta oxígeno y te vas asfixiando. Se te va la cabeza. Te meas. Forcejeas para liberarte. Pero no tienes fuerzas, agonizas lentamente. Una muerte muy desagradable, ¿sabe? Y nosotros queremos detener a quien la asesinó de esa manera. Ha cometido un crimen, un crimen perverso: un ser fuerte se ha cebado en uno débil, una atrocidad inaceptable. Si lo permitiéramos, se derrumbarían los fundamentos de la sociedad. Hay que capturar al culpable para castigarlo. Es nuestro deber. Si no, el criminal podría matar a otras mujeres.

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