domingo, 18 de noviembre de 2012

Fragmentos Nº87: Un hermoso lugar para morir



Malla Nunn
Un hermoso lugar para morir

Entraron en un pequeño recibidor que por un lado conducía a una serie de puertas cerradas, seguramente los dormitorios. Hansie se dirigió hacia la izquierda y entró en una gran habitación dominada por robustos muebles de madera, la clase de muebles fabricados para aguantar generaciones de golpes de muchachos desobedientes y hombres de piel basta. Las lustrosas baldosas del suelo se veían suaves como piel de serpiente bajo la luz amarilla de las lámparas de cristal. Un enorme aparador lleno de trofeos y fotografías enmarcadas ocupaba todo un lado de la habitación.
Las fotografías abarcaban varias generaciones del clan Pretorius. Había una niña con coletas jugando en la nieve, seguida de un clérigo con gesto adusto rodeado de un ejército de niños igual de serios. En la siguiente foto aparecía un joven comisario Pretorius con una hermosa mujer de veintitantos años, sentados en un banco de un parque. A continuación había una foto que hizo pararse en seco a Emmanuel. Salían los hermanos Pretorius, con edades comprendidas entre los cinco y los quince años, hombro con hombro y vestidos con sus uniformes Voortrekker Scouts. Era de noche, y sus rostros y uniformes resplandecían a la luz de las antorchas encendidas que sostenían en alto. Sintió cómo sus miradas se clavaban en él, severas y llenas de orgullo afrikáner. Emmanuel pensó en Núremberg, en todos aquellos muchachos alemanes con las mejillas sonrosadas marchando hacia la derrota.

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