sábado, 29 de diciembre de 2012

Nochebuena roja y blanca Navidad - Segunda parte: Blanca Navidad (VI)



Los pueblos son lo mejor para pasar la Navidad; enseguida se crea el ambiente y su influjo los hace revivir. Para la primera semana de diciembre, las puertas de las casas estaban decoradas con coronas y los escaparates relumbraban con campanas de papel rojo y copos de nieve de gelatina centelleante; los chicos iban de excursión al bosque y regresaban arrastrando fragantes árboles de hoja perenne; las mujeres se encargaban de hornear pasteles de fruta, destapar frascos de compota de manzana y pasas, abrir botellas de licor de uva y de zarzamora; en la plaza habían adornado un enorme árbol con celofanes plateados y focos de colores que se encendían de noche; ya entrada la tarde se podía oír el coro de la iglesia presbiteriana ensayando los villancicos para la función anual; en todo el pueblo florecían las camelias japonesas.

Cuentos completos (La botella de plata)
Truman Capote

(VI)

Se levantó de la ardiente almohada, fue a la cocina y se tomó un café bien cargado. Su nieto se había levantado pronto, eran las ocho y media de la mañana. Se encontraban en la cocina desayunando, mientras él estaba estudiando para la universidad, había decidido escoger la carrera de periodismo, siempre le decía que no tenía mucho futuro a lo que su nieto respondía que la verdad nunca la ha tenido.
Cogió el mando y puso la cuatro que en ese momento estaba emitiendo las noticias anunciaban a un nuevo chef reconocido como un nuevo genio gastronómico, le dijo que subiera el volumen para escuchar mejor la información que narraba la periodista: «Ayer se celebró la fiesta anual de genios gastronómicos llamada Alta Cocina Monuer, el cual entrega un premio al que cree el mejor plato con chocolate, ya sea dulce o salado. Se han presentado todo tipo de platos, desde pequeñas nubes hasta burbujas explosivas, una especie de caviar dulce, el cual ha sido este año el ganador del premio, su creador ha ganado un premio de 16.000 euros y la posibilidad de trabajar con los grandes chefs españoles e incluso internacionales, su ganador afirma sentirse muy satisfecho con el logro.»
Al final se mostraba una imagen con el ganador del premio con el pequeño trofeo en sus manos, una mano con un gorro de cocinero bañado en plata. Se parecía mucho al sospechoso, aunque tampoco estaba seguro todavía no se había despertado del todo.

Era domingo, por ello decidió no ir a trabajar, llamo a la oficina y se lo comunico al policía de guardia.
Buscó las llaves del coche y fue hasta Madrid para dar una vuelta, le gustaba hacerlo a menudo a pesar del gasto en gasolina y el tiempo que tardaba en llegar.
Paseando por Madrid se sentía relajado, tranquilo, se olvidaba de todo lo relacionado con los casos.
Se sentó en un banco de una calle cercana a Callao el cual se encontraba mirando hacía la carretera. Miró pasar un montón de automóviles, motos, pasar a la gente al otro lado de la calle para ver una tienda o comprar algún regalo o cruzándose delante suya para correr a la parada que se encontraba a su lado. Hasta que frente a él pasó un autobús que le llamo la atención por un cartel en el que un enorme tiburón abría sus fauces al abrirse las puertas y dejaba a la gente escapar, como si les perdonara la vida. Al mirar a la ventana le pareció reconocer al sospechoso, otra vez, acompañado de una chica rubia, se acaban de sentar y cuando el autobús cerró sus puertas se cruzaron sus miradas pero ninguno se reconoció en ese instante.
«No puede ser», se dijo. Sería una visión por el efecto del frío que le helaba la cabeza y hasta las neuronas. Ojos grandes y azules, pelo moreno, una altura normal. La imagen se le quedó en la mente como una foto. Sacó un papel de su bolsillo y apuntó el número de la ruta, seis-cinco-ocho, una ruta larga y circular que contaba con quince paradas. Cogió el móvil y llamó a la comisaría para que vigilaran las paradas de autobús cercanas a la calle del sospechoso. «¿Es qué ni en mi tiempo libre puedo dejar de trabajar?» pensó al ver cruzar a una señora mayor por su lado.
No podía dejar de trabajar y relajarse ni un domingo, pensar que podía haber detenido al asesino le hace tener retortijones, por ello decidió ir a comprarse media docena de churros que calentaron su interior para mermar su sentimiento de culpabilidad, aunque después se arrepentiría por el colesterol que no debía comer, pero perder un manjar así cuando estaba tan cerca de él, era un delito.

Al llegar encontró a su suegra, esta semana era su turno, ya mayor viendo la tele. Ella veía las noticias de una curiosa forma. Cada vez que una noticia la molestaba o el periodista decía algo que no la gustaba respondía a la televisión como si esta la escuchará.
—Hola señora Carmencita, que tal está hoy.
—Te he dicho mil veces que me llamo Carmen, y no me llames señora que por muy mayor que sea se hacer más cosas que tú. Te recuerdo que te ayude a resolver el caso del 97, ese de la niña desaparecida.
—Perdona —respondió él con voz cansada—, era una broma Carmen…
—Déjate de bromas, que no esta el horno para bollos.
—Hasta mañana, me voy a leer a la habitación.
—Buen viaje lleves—. Concluyó y se fue a descansar con un pequeño dolor de cabeza.
Como siempre tan simpática. Se tumbó en la cama y apoyó la almohada en el cabecero para empezar a leer el libro que casi había terminado.
—¿Ya te acuestas? Pues pronto. Eso que es fin de semana y no has trabajado.
—Gracias por la parte que me toca, por favor, cierra la puerta cuando salgas —estaba frustrado por la visión del autobús y el asesino.
—Vale, cuando quieras algo…
Y cerró la puerta de un portazo que hizo retumbar los cuadros de la habitación.
Pensar que si se hubiera fijado unos segundos antes el asesino podría encontrarse en la celda esa misma noche le turbaba y no le permitía concentrarse en la lectura por ello, no recordaba los párrafos que dejaba tras de sí, tenía que volver a leer las páginas una segunda vez. Decidió dejarlo en la mesilla para continuar mañana.
Intentó dormir pero esa noche sabía que lo iba a tener complicado. Poco después escuchó llegar a su mujer, la sintió tumbarse junto a él, sentir su calor en su piel le hacía sentirse mejor pero no pasaba de allí, se hacía el dormido.
Esa noche no soñó con nada.

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