viernes, 3 de mayo de 2013

Fragmentos Nº111: Shirley

Howard Fast 
Shirley

Conducían calle arriba por la Sexta Avenida, cuando en el cruce con la diecinueve el gordo hizo señal de doblar a la izquierda, en cuyo sentido giró el volante. Shirley puso entonces el pie encima del suyo, que estaba situado sobre el acelerador, y lo hundió con toda su fuerza. El coche dio un acelerón.
El gordo le echó el brazo pero descuidó el volante. Shirley sintió la sacudida en la cara, se deslizó entre el asiento y volvió a hincar el pie con todas sus fuerzas. El coche basculó hacia la derecha. El gordo se debatía con el volante. El flaco lanzaba denuestos, cuando el coche viró bruscamente hacia la izquierda, tomando la esquina a más de cuarenta millas por hora, para luego, zigzagueando por la acera, lanzar a Shirley disparada hacia la izquierda, por detrás del gordinflón. En cuestión de apenas unos segundos el coche se estampaba frontalmente a cuarenta y cinco millas por hora contra el ventanal de un almacén. El estruendo pudo oírse a diez manzanas.
El flaco, Francis, salió despedido del parabrisas. El gordo, cuyo cráneo se hundía en el marco de la puerta, tenía el pecho atravesado por el eje del volante. Atrapada entre el gordo y el respaldo del asiento delantero, Shirley, que había recobrado el resuello, consiguió arrastrarse para salir del coche cuando el abrigo nuevo de primavera sufrió un roto. Miró a Francis y se sintió enfermar. Enseguida, mientras el primer observador ya se apresuraba hacia la escena del accidente, pudo abrirse paso entre los cristales y caminar de vuelta hasta la Sexta Avenida.

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