jueves, 5 de septiembre de 2013

En el periódico, El País, septiembre de 2013: Islarios / 5: Una isla terapéutica de Carme Riera



Carme Riera, en el último relato conoceremos un lugar oculto en la isla de Mallorca el cual, el doctor Hermógenes Riutort, no duda en buscar para darlo en conocer. Aquí os dejo el enlace al relato completo.

Eva Vázquez
(…) El Diario de Mallorca fue el primer periódico en entrevistar al profesor, cuyo cuerpo entero reproducía una fotografía que ocupaba media página.
El aspecto del profesor era imponente, llevaba un bigote tan poblado y enroscado que había que observar con cuidado la fotografía para poder deducir que era pelo de su propia cosecha y no dos culebras unidas lo que cubría por completo el labio superior, escondía el inferior y tomaba a ambos lados de la cara una peligrosa curvatura triple que acababa en punta por detrás de las orejas.
De la entrevista se podía deducir que, en efecto, dominaba el tema insular: la isla como espacio de felicidad, la isla como escenario de dicha, una dicha que los nacidos en las islas traen consigo desde el momento de su concepción aunque no lo sepan y el resto de los mortales solo pueden adquirir si pasan una larga temporada en una isla, aunque no todas las islas ofrecen las mismas posibilidades felices, solo las terapéuticas, aquellas en que la gente puede curarse de sus males. Pero para ello había que encontrar dónde estaba el lugar, o qué elemento salutífero era el sanador y él contaba con esos poderes: desplegando su bigote como varita mágica, a diestro y a siniestro, era capaz de dar con él. Y en cuanto hubiera dado con él, proponía la construcción de un hotel balneario o centro de salud para que con la terapia adecuada los turistas curaran sus males.
Esgrimía con razones muy eruditas el fracaso de dos personalidades internacionales de primer orden, Chopin y Darío, que, en diferentes épocas, en 1838 uno y en 1913, el otro, habían llegado a Mallorca para sanar de sus dolencias y no solo no lo habían conseguido sino que habían dejado la isla en peor estado, mucho más perjudicados y agravados de lo que habían llegado. Las cualidades terapéuticas de la isla constituirían el mejor reclamo para un turismo de lujo, gracias al que, preservando el paisaje, los mallorquines podrían vivir felices y ricos por siempre jamás.
El profesor doctor Hermógenes Riutort se pasó cuatro días paseándose por toda la isla, yendo y viniendo de un lado a otro, sin dejar rincón por escudriñar para tratar de dar con el sitio adecuado. Finalmente lo encontró y para revelarlo ofreció una rueda de prensa, con asistencia de las autoridades que le habían agasajado, en el salón de actos del elegante Círculo Mallorquín. Muy serio, anunció que sus tentáculos bigotudos, que jamás se equivocaban, habían señalado el lugar. Una y otra vez le habían encaminado con precisión al sitio idóneo: la catedral. Había que convertir la catedral en un gran hotel balneario, dijo, ante la sorpresa de todos. En el fondo ¿qué mejor sitio que aquel? ¿No habían albergado desde antiguo los recintos sagrados a los dolientes peregrinos? (…)

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