miércoles, 2 de octubre de 2013

Novedades, octubre de 2013: Páginas de espuma



Técnicas de iluminación de Eloy Tizón

168 páginas
24 x 15 cm
Voces/ Literatura • 193
ISBN: 978-84-8393-152-3
15,38 / 16 €

¿Qué ocurrió realmente en la fiesta celebrada anoche? ¿Hubo alguna víctima? ¿Qué contiene la caja que nuestro jefe nos entrega en secreto, pidiéndonos que no la abramos, y dentro de la cual se detecta una agitación, un mínimo llanto? ¿Será un ser vivo o un mecanismo de relojería? ¿Quién es “esa otra persona que no nos interesa”, que suele aparecer en las relaciones de pareja casi siempre adosada al ser amado y de la que es imposible librarse? ¿De qué clase de apocalipsis huye esa familia que abandona la ciudad con lo puesto y termina vagando perdida por el bosque?
En todos estos relatos hay un reverso de sombra, un vértice de silencio, algo que no se nombra directamente pero que es una invitación al lector para que se sumerja y participe en la construcción del sentido. Para que intervenga en la extraña normalidad de estos diez sueños, y pueda encontrar un poco de claridad o un lapicero contra la desdicha. Páginas que resplandecen con luz propia. Técnicas de iluminación.


Una mujer tranquila, con sus orillas húmedas. Nos sirvió una jarra de cerveza, luego una jarra de vino, luego una jarra de nata espolvoreada con canela. No quiso cobrarnos nada. Era la hija del posadero, aunque su verdadero ofi­cio era el de comadrona. Se le transparentaba un poco el vestido. Las ganas de sonreír no se le acababan nunca. Su aldea estaba en fiestas, su esposo estaba en la guerra, no es­pecificó en cuál. El cielo estallaba de cohetes, los músicos ambulantes tocaban hasta el desmayo celebrando la belleza trágica de la vida, los perros ya ni ladraban. Aquello era vivir. Abrazarla en el cobertizo era igual que amasar harina. Su piel, por descontado, también estaba en fiestas, también estaba en guerra. Tan hermosa que uno no sabía por dónde empezar a quererla. Antes de apagar la vela de un soplo, dio la vuelta al retrato de su esposo, que quedó mirando hacia la pared mientras aquello duró. Uno sentía que a su lado nada malo podía sucederle. Ella dijo, al tiempo que se anudaba el cordón del delantal, que rezaría por uno en sus plegarias. Los ojos le brillaban. Antes de despedirse ofreció su nombre en voz alta, con alegría: «Margarita».

Escribir (Ensayos sobre literatura) de Robert Louis Stevenson 

448 páginas
21,5 x 14 cm.
Voces/ Ensayo • 191
ISBN: 978-84-8393-150-9
Tapa dura 24,04 / 25 €

Narrador inolvidable, poeta valioso, viajero y acuñador de anécdotas biográficas, para conocer completamente el universo Stevenson es necesario visitar también su faceta ensayística, a la altura del resto de su obra, didáctica y cercana, pero también rigurosa y precisa. Envidiable. 
Escribir reúne sus Ensayos sobre literatura, donde los textos sobre sus libros de cabecera dan paso a los retratos de sus autores favoritos, se mezclan con variados consejos de escritura, confesiones literarias y recuerdos sobre su propio trabajo y la creación de títulos tan maravillosos como El señor de Ballantrae o La isla del tesoro.


Nada provoca mayor desencanto al ser humano que descubrir los mecanismos y resortes de cualquier forma de arte. Todos nuestros artes y oficios se quedan siempre en la superficie: es en la superficie donde apreciamos su belleza, su adecuación y su significado, y husmear en las capas más profundas supone enfrentarse al vacío y exponerse al impacto de su aspecto más burdo, que es el que ofrecen cuerdas y poleas. De forma parecida, también la psicología nos descubre una fealdad abominable cuando se hace algún intento de precisión o afinación, aunque dicha fealdad suele ser la consecuencia de algún fallo en nuestro análisis más que la cortedad de mente. Y puede que en estética el motivo sea el mismo: esos descubrimientos que resultan fatales para la dignidad del arte tal vez lo sean sólo en proporción a nuestra ignorancia; y los artificios, deliberados o no, cuyo empleo parece impropio de un artista digno de este nombre serían –si tuviéramos la capacidad de rastrear su origen hasta llegar al mecanismo interno– síntomas de una delicadeza más sutil de lo que  podemos concebir, indicios de antiguas armonías que ya exis­tían en la naturaleza. Esta ignorancia es irremediable en gran medida. Nunca podremos aprehender las afinidades de la belleza, porque se encuentran en un estrato de la naturaleza demasiado profundo y demasiado lejano, en los misteriosos orígenes del ser humano. De manera que el amateur siempre recibirá de mala gana los rudimentos del método, que pueden exponerse pero nunca explicarse con detalle: eso no; según el principio establecido por Hudibras, que reza así:
«Y cuanto menos comprendan, Más admirarán el juego de manos» 

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