domingo, 1 de diciembre de 2013

Fragmentos Nº151: La chica de la curva y otros relatos



Varios autores
La chica de la curva y otros relatos

Todo lo que había sucedido le parecía ahora una absurda pesadilla. Era lo bueno de dormir: que, por muy mal que le fuera a uno en la vida, los primeros segundos después del sueño rebosaban siempre una agradable placidez. Por desgracia, tan solo algunos anacoretas hindús podían jactarse de prolongar esa quietud de espíritu más allá de los primeros minutos del despertar. Y ella no había nacido en Bombay ni tenía tampoco demasiadas inquietudes místicas. En cuanto vio la hora en su radiorreloj y comprendió que había estado en brazos de Morfeo más tiempo de la cuenta, recobró toda la intranquilidad con la que se había acostado. Eran las tres y cincuenta y cinco de la madrugada.
Disponía de apenas cinco horas más para continuar estudiando. Sus posibilidades de aprobar el examen menguaban por momentos. Tendría que memorizar al menos diez temas de los treinta y seis que componían el programa, y, en caso de que lo lograra, rezar porque al menos cinco de ellos formaran parte del examen. Desde un punto de vista matemático lo tenía difícil, pero no imposible. Mientras existiese un clavo ardiendo al cual aferrarse no lo soltaría por nada del mundo. Por nada del mundo salvo por la cifra cuatrocientos cuarenta y ocho… Esta vez apareció dibujada en el vaho de la ventana no una, ni dos, ni tres veces; sino, al menos, cuatrocientos cuarenta y ocho. Prefirió no contarlas para no perder el conocimiento allí mismo, como también prefirió no cuestionarse la autoría de aquellas meticulosas pintadas.
Linda permaneció inmóvil y perpleja en mitad de la estancia un buen rato. Acto seguido se tiró de los pelos, emitió un grito de desesperación y frotó la palma de su mano contra el cristal hasta que no quedó ni una sola cifra. La lluvia seguía cayendo en el exterior azotada por un viento implacable. Era el único sonido, junto a su corazón desbocado, que podía escucharse en la habitación. Linda pensó que un silencio tan turbio como aquel no iba a ser un buen compañero de estudios en caso de que consiguiera calmarse lo suficiente para estudiar. Encendió la radio. Lo que escuchó tan pronto como el aparato recibió la primera señal le puso la piel de gallina:
—“… de vacaciones. La Dirección General de Tráfico ultima un dispositivo de urgencia para evitar que suceda lo mismo que en el pasado puente de San José, donde cuatrocientas cuarenta y ocho personas perdieron la vida en las carreteras de nuestro país…”
 

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