martes, 3 de diciembre de 2013

Novedades, diciembre de 2013: Sinerrata (I)



Allí donde el viento espera de Maia Losch

Temática: Novela
ISBN: 9788415521068 ePub 9788415521075 mobi
Colección: sintemporánea
PVP ebook (IVA incluido): 7,99 €

Ana, hija de judíos polacos emigrados a Uruguay poco antes de la Segunda Guerra Mundial, ha avanzado por la vida desconectada de su pasado, sus raíces y sus más íntimas necesidades, hasta que un pequeño accidente y una crisis nerviosa la fuerzan a repasar todo aquello que había dejado apartado en algún rincón de su mente. A partir de ese momento, esta mujer insegura e indecisa se verá obligada a plantearse quién es y quién desea ser, y a hacerse cargo del rumbo de su vida en plena cincuentena.

Allí donde el viento espera —ambientada entre Uruguay, España e Israel— es una novela acerca de las dudas e incertidumbres que acechan en algún momento de la vida y de cómo incluso un pasado que no nos pertenece puede perfilar nuestras vidas y nuestra identidad.


Cursaba el primer semestre del primer año de Filosofía en la facultad de Humanidades y Ciencias de Montevideo. Me sentía emocionada y confundida. Emocionada porque estaba cumpliendo un sueño; y confundida porque, tal vez, Ezequiel tenía razón y estudiar a esa altura de mi vida era una pérdida de tiempo. "Un absurdo", decía él. Habían transcurrido más de tres décadas desde la última vez que había tomado clases de algo —descontando el curso de confitería—, y nunca antes había pisado una universidad. No tenía idea de qué se esperaba de mí, ni qué debía hacer, ni cómo sería someterme a un examen y tener que estudiar toda la noche. Supuse que lo iría aprendiendo sobre la marcha. Esa idea de evolución posible, dinámica y permisiva, me daba ánimo cuando las manos me sudaban de nervios, o las dudas se apoderaban de la poca seguridad que había reunido a lo largo de charlas interminables conmigo misma mientras cocinaba o hacía las compras; actividades que me sabía de memoria y realizaba sin necesidad de utilizar para ello demasiadas neuronas, materia gris o como-sea-que-se-llame lo que se usa en esos casos. Como un caballo que regresa por instinto a la caballeriza, o un piloto reconoce los botones adecuados para encender los motores de un avión, yo sabía —y sigo sabiendo— realizar ciertas maniobras de la vida diaria en piloto automático.
El tipo, el desaliñado, me dio el café en taza en lugar de en vaso descartable como había solicitado; pero entonces divisé una mesa vacía y no le di importancia al asunto.
—¿Azúcar? —pregunté.
—Ya tiene —respondió.
Haciendo equilibrio con mis libros, mi bolso y el pocillo de café, me dirigí a la mesa que se había liberado, deseando alcanzarla antes de que la ocuparan. Me sentí feliz de mi conquista hasta que descubrí que se tambaleaba. Nunca soporté que las mesas se tambaleen. Recorté el borde de una hoja de uno de mis cuadernos, la doblé varias veces hasta que tuvo un grosor considerable y la apoyé debajo de la pata dispareja. Ahora sí, pensé.
En la mesa contigua un hombre leía un libro. Sus cabellos eran negros y blancos, un tanto más largos de lo acostumbrado en los hombres de su edad. Calculé que tendría pocos años menos que yo, que tenía entonces cuarenta y nueve. Alcé la tacita de cerámica blanca y bebí, observando al hombre a través de las volutas de humo que emergían de mi café. En la portada del libro leí: Manual de introducción a la metafísica. Recordé que había visto el mismo título en la bibliografía que nos habían entregado en una de las materias, aunque no tenía muy claro qué era la metafísica (quizá fuera por eso que lo recordaba). Sentí curiosidad. Bajé la taza y la apoyé sobre el platillo resquebrajado, blanco también él.

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