martes, 29 de abril de 2014

Novedades, abril de 2014: Impedimenta



El unicornio de Iris Murdoch 

ISBN: 978-84-15979-15-9
Encuad: Rústica
Formato: 14 x 21 cm
Páginas: 352
PVP: 22,70 €

Cuando Marian Taylor acepta un empleo de institutriz en el castillo de Gaze y llega a ese remoto lugar situado en medio de un paisaje terriblemente hermoso y desolado, no imagina que allí encontrará un mundo en que el misterio y lo sobrenatural parecen precipitar una atmósfera de catástrofe que envuelve la extraña mansión, y nimba con una luz de irrealidad las figuras del drama que en ella se está representando.
Hannah, una criatura pura y fascinante, es el personaje principal de ese pequeño círculo de familiares y sirvientes que se mueven en torno a ella como guiados hacia un desenlace imprevisible. Pero Marian no puede saber si ese divino ser es en realidad una víctima inocente o si estará expiando algún antiguo crimen.


Marian volvió la cabeza disimuladamente para observar a Gerald Scottow. Era fácil porque se encontraba entre ella y el mar. También le habría gustado volverse hacia atrás y mirar al chico cuya silenciosa presencia tanto la incomodaba, pero era demasiado tímida para hacerlo. Sin duda, Scottow parecía, empleando una terminología que haría a Geoffrey mofarse de Marian con paternalismo, un miembro de «la aristocracia». Su acento y modales proclamaban que no se trataba de un subordinado, y Marian conjeturó que podía ser un pariente o un amigo de la familia. Sin embargo, si vivía allí, ¿a qué se dedicaba? Era un hombre alto y atractivo con un rostro expresivo y delicado, de cutis terso, y había algo en él propio de las maneras de un soldado. Tenía una tupida mata de cabello castaño y crespo cuyos rizos llegaban hasta más abajo del cuello enrojecido, castigado por la intemperie. Los ojos pardos eran hermosos de un modo que se diría consciente. Parecía estar a comienzos de los cuarenta y quizá había empezado a ganar peso, dejando atrás la belleza anterior. Su aspecto era ahora más robusto, más cuadrado, algo rechoncho, aunque musculoso y no sin elegancia. Marian desplazó la mirada a las manos grandes e hirsutas que manejaban el volante. Se estremeció un poco. Se le había pasado por la cabeza la pregunta de si habría una señora Scottow.
—Ahí están los acantilados.
Marian había leído sobre los grandes acantilados de arenisca negra. Bajo la luz brumosa parecían más bien marrones, y la serie de inmensos contrafuertes se prolongaba hasta donde alcanzaba la vista, estriados, perpendiculares al mar, inmensamente elevados, descendiendo en picado hasta sumergirse en el agua hirviente y blanca. Era el mar lo que parecía negro, entremezclado con la espuma como tinta con nata.
—Son maravillosos —reconoció Marian. Encontraba la vasta y oscura línea costera repelente y aterradora. Nunca había visto una tierra tan exenta de piedad hacia el hombre.
—Se afirma que son sublimes —dijo Scottow—. De nuevo, no puedo juzgar. Estoy demasiado habituado a ellos.
—¿Hay buenos sitios para nadar? —preguntó Marian—. Quiero decir, ¿se puede bajar al mar?
—Se puede bajar al mar. Pero aquí nadie nada.
—¿Por qué?
—Nadie nada en este mar. El agua está demasiado fría. Y este mar mata a las personas.
Marian, que era una nadadora experta, decidió ir a nadar a pesar de todo.
Los destellos causados sobre el agua por el sol en descenso la deslumbraron. Miró hacia tierra adentro, aún perturbadoramente consciente de la presencia del silencioso chico tras ella. La desnuda extensión de caliza cedía terreno, alzándose en terrazas nítidamente delimitadas que formaban unas mesetas bajas y gibosas, yacientes unas junto a otras como enormes monstruos fósiles. Unos pocos arbustos, escuálidos y rojizos, y avellanos inclinados hacia el este se aferraban a la roca, que el sol volvía de un amarillo pálido y granuloso.
—Un paisaje singular, ¿no es así? —dijo Scottow—. No del gusto de cualquiera, por supuesto. Pero debería usted ver esas rocas en mayo y junio. Están completamente cubiertas de gencianas. Incluso ahora, hay mucha más vegetación de la que parece a primera vista. Si busca, encontrará flores diminutas y extrañas, y plantas carnívoras. Y hay cuevas de lo más curiosas y ríos subterráneos. ¿Le interesan la geología, las flores y esas cosas? Veo que ha traído sus prismáticos.

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